Mi voz se enreda entre unas cuantas pausas. El aire deja de
fluir. Se encienden las antorchas y la llamada apetece a aserrín. No aguardas
el canto triunfal. Esperas que se te deje morir. Y mi voz aprende a callar, tú
bien sabes qué decir.
viernes, 17 de agosto de 2012
jueves, 5 de julio de 2012
Humilde gota de rocío
Hoy haz de preguntarte en este paraíso dormido, qué queda al morir el día sobre los campos entumecidos por el frío, donde las ánimas reposan o transitan vacilantes de su esencia. Y seguramente haz de preguntarte qué caricias amables se ocultan cada mañana para la vid y el olivo, y cuántas hiedras sacrificadas van a descansar al olvido. Y entre la duda y la certeza, te preguntarás el por qué de su efímera existencia, y esa razón ensombrecida por las interrogantes de un corazón cautivo.
Pero sobretodo, haz de preguntarte, cómo la luz aún nos alcanza en el preludio de esta mañana, y cómo la vida recae en una humilde gota de rocío.
Pero sobretodo, haz de preguntarte, cómo la luz aún nos alcanza en el preludio de esta mañana, y cómo la vida recae en una humilde gota de rocío.
sábado, 18 de febrero de 2012
Un suspiro...
Hay un brote de pasión escondido entre mis labios y un suspiro. Ese que se desvanece en el aroma de un lirio conmovido, el que por un arrebato de locura anda perdido en un traje prolijo.
Hay un llamado secreto en esta predicción incierta, un anticipo a la travesía jamás contada, un acercamiento a la razón de una naturaleza apasionada.
Hay una travesura confesa entre el universo y una mente profesa.
Es la melodía de una lluvia de verano que suele morir entre mis manos.
Hay un llamado secreto en esta predicción incierta, un anticipo a la travesía jamás contada, un acercamiento a la razón de una naturaleza apasionada.
Hay una travesura confesa entre el universo y una mente profesa.
Es la melodía de una lluvia de verano que suele morir entre mis manos.
sábado, 28 de enero de 2012
Un momento honrado...
Vamos a bosquejar un paisaje primerizo, y lo arrullaremos con el roce del rocío sobre nuestras pestañas. Ayudaremos a que el sol esparza su mágico candor por el cielo, ese que te guarda en un cofre añorado en el corazón, y llamaremos a la brisa ante el clamor de las aves, esas que migran en silencio al alma cautiva. Y luego de un momento honrado, miraremos al horizonte para fijar nuestras vidas en aquella eternidad, y nuestros ojos aprenderán a cantar. Los llanos se sembrarán de trigo y ahora el oro florecerá por piedad. Al ocaso, abrigaremos las nubes hasta que lloren para nosotros, e hilvanaremos nuestros sueños, cansados, para que no se pierdan nunca más.
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