Cómo comenzar el himno que al
alma revela y la entrega como ofrenda al Creador. Quizá deba ser hecho con
pétalos de seda sobre la arena que calienta los pies del peregrino, y se dibuje
en los corazones prietos por el dolor con una sonrisa dulce como el amanecer. Tal vez se encuentre en la misma canción que
nos guía cada mañana a abrir la ventana de nuestra habitación y a remendar
nuestra alma hasta que su consistencia nos permita volar nuevamente sobre el fuego
y nos alcance hasta al difuso horizonte, ese que alberga nuestros más altos
sueños. Y entonces entenderíamos que no hay magia en esta vida que no entiendan
los luceros que adornan el paisaje que empieza a aparecer.
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