Con las dudas se pierden los paraísos, por el
temblor de unas manos desnudas, ansiosas e inseguras ante el miedo al vacío. En
una noche profunda nos resignamos a un lugar sin ventanas, sin un sol por la
mañana, sin sal que cosa las heridas de nuestra alma. Y propensos a la deriva,
viajamos aislados de la vida, con una incertidumbre cosechada entre espinas y
en carne viva. Soslayamos nuestra existencia condenándola al pan rancio del
día, haciéndola vulnerable a la desidia. Así, los paraísos escapan de nuestras
manos. Así, las dudas nos ahogan en un mar de soledad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario