Llega al corazón un rubor que se muestra rutilante por las síncopas de
brazas ardientes que tanto añora el alma. Y en una sonata que guarda los
silencios para el final, voy comprendiendo la eternidad y lo que separa al ser
del agobiante sin sabor de la ignorancia. Del consuelo que da el intelecto
cuando el mundo se vuelve vacío, del candor que abriga el sentimiento cuando
las palabras nadan como un río, del cobijo que ofrece el alma cuando todos se
han ido.
Llega al corazón un bosquejo de
aquél ensueño que vive en mí cada vez que sonrío. Y vuelo lejos y cerca para no
olvidar el sentido que abraza el alma, cada vez que viaja mi ser al olvido.
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