Fue apenas un giro de tus ojos, con el temor inherente a encontrar unos compatibles, ese espejo con el que siempre soñaste. Y en un instante, se congeló el mundo, nerviosamente, desconcertadamente, inesperadamente. Y sin ningún parpadeo, confirmaste aquel suceso, iniciando una ráfaga de latidos incoherentes, estimulantes y enérgicos. Entonces, levantaste la mirada, y el mundo se animó, reanudamos la vida, qué soberbio ¿no? Y encontré tu mirada en la mía. De allí, seguimos caminando.
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