Estoy a salvo, no llega la lascivia a mi corazón, y aún me escoltan las palabras. Siento excomulgarse la desidia de la palidez de mis manos, y me complace el nuevo bouquet que se ensambla hoy. Llueve suave para cortejarlo. Llueve suave sobre mis manos. Y el rumbo se hace claro, se marca por el suelo húmedo, sobre la desolación de unos pasos cansados.
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