A la medianoche, las doce campanadas me indicarán que un barco de cristal ha zarpado a alta mar. En él irán aquellas premoniciones disfrazadas de presentimientos, aquellas punzadas en el corazón, aquella conexión extrasensorial.
A medianoche, nadarán junto a él delfines, y las gaviotas descansarán en sus mástiles. Sus velas se coserán con el hilo de la ilusión y se bordarán en ellas los sentimientos más sublimes.
A medianoche, un barco de cristal se alejará de mí, como símbolo de libertad, y los suspiros empezarán a quedarse en el ayer, y la lluvia se volverá dócil como el rocío de la mañana. A medianoche, el recuerdo será de cristal y ningún llanto lo humillará más.
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