El agua corre por las cascadas
buscando un final para su travesía,
mientras yo espero sedienta a que termine el día,
para saber que ha sido de ti.
Los campos se surcan para nutrirse
de esa semilla que realidad se hace en la boca,
por esa locura temerosa
que vierte su savia en mí.
Pero el llanto no es más ternura humilde
se ha vuelto regocijo del temible,
de quién se desliza por la vida
con hambre de herir.
Y así encuentra hoguera
hasta el amor más ardiente,
hasta volverse tan inconsistente
que ha de morir.
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